19 Viernes Mayo 2023
Soy la única persona en el mundo.
Salgo del trabajo a las 20:32 hace sol y estar al aire libre me hace sentir que vuelvo a estar viva.
He pasado 8 horas encerrada en ese universo paralelo que es mi trabajo.
Salgo a la calle y es volver a vivir.
Respirar.
Fuera la claustrofobia.
Esa sensación de falta de oxigenación que me mantiene en permanente estado de desánimo y paranoia.
Salgo a la calle y se está poniendo el sol, una bola de fuego hermosa que se divisa entre dos árboles.
Una imagen perfecta.
Lo único que quiero es caminar.
Después de caminar todo el día en el trabajo, ahora solo me apetece caminar rápido para alejarme lo más rápido posible de esas horas caminando en una jaula.
Salgo a la calle, respiro, quiero caminar.
Quiero oler la primavera.
Ver la primavera.
La primavera es lo más hermoso que he vivido en mi vida.
Después de 8 horas encerrada, el clima de la primavera me abraza y me muestra el mundo verde y el clima en perfecta armonía.
Me siento capaz de tener una epifanía frente a un árbol hermosamente florecido hace menos de una semana, con las flores más hermosas que he visto jamás pequeñas violetas.
No sé qué tipo de árbol es.
Me detengo a oler las flores.
Una frase que siempre había oído y que nunca había experimentado.
Me paro a tomarles una foto. No las voy a publicar en instagram, podría pero no.
Después de un tiempo sin postear nada; finalmente pierdo el interés y me relajo.
El interés de que a alguien le importe mi estúpida vida.
Ahora camino en la calle y estoy sola.
No hay personas en la calle nunca o casi nunca. Al menos no en las calles por las que ando, que son avenidas y peor a esta hora.
Son las 9 de la noche y me bajo del bus 3 paradas antes de llegar a mi casa.
Quiero seguir caminando.
No sé cómo llegar a mi casa.
No sé como quitarme la amargura del día y quiero dejar que me invada un poco la primavera sus olores, los pájaros, la luz.
Me siento desdoblada.
Escribo en el teléfono mientras camino. Me paro a tomar una foto del árbol.
Me duele la espalda pero no puedo parar de caminar.
La foto del árbol al pie del que escribo con mi celular.
Le escribo a mi hermana. Ya está dormida en el Ecuador sobre abastecida porque parece que podría erupcionar el Cotopaxi y con mi sobrino con fiebre.
No quiero llegar.
Camino sola en la calle y pienso puedo estar así, sola seguir caminando hasta desaparecer.
Y me acuerdo que el Nael me dice todas las noches: Mami por favor no desaparezcas.
Él sabe que fantaseo con fugarme o quizá intuye que estoy lentamente desapareciendo
Llego a mi casa.
Hoy no desaparecí.
Las flores de la primavera me devuelven la vida.
A mí me importa tu vida.