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Foto del escritorPaulina Simon T.

Thanksgiving





Ayer íbamos los tres en el bus. Elías, Nael y yo. Qué regalo de la vida compartir con mis hijos éstos viajes en bus, estos recorridos, estos viajes, estos paseos, los descensos en el ascensor con nuestrx vecinx Drag Queen, (and she is a real queen).



Estar perdidos en la calle y que me puteen por no saber leer el mapa. Les doy el mapa en sus manos, y me dicen: “Ahora veo porque no entiendes”. Y seguimos perdidos. Pero luego de muchas consideraciones y de caminar, y bajarnos en las paradas equivocadas, siempre llegamos a nuestro destino.




En el camino ayer en ese bus que duró más de una hora y atravesó de norte a sur, una buena parte de la ciudad. Viajamos con un chofer nervioso, el primero. Se estaba atrasando creo yo. Había muchas calles cerradas, subió a una persona con bicicleta (se colocan en una parrilla en el frente del bus), subió una persona en silla de ruedas. El viaje presentaba todos los escenarios y también hubo un semáforo que se quedó en rojo más del doble del tiempo. El pobre chofer estaba exaltado, frenó a raya y el hombre de la silla de ruedas casi se voltea. (hoy recién vimos que la zona de silla de ruedas si tiene cinturón de seguridad).


Finalmente llegamos a la estación, bajamos y en el camino dos hombres negros entregaban un folleto sobre encontrar la salvación en Jesús. No tomamos el folleto. Seguimos y en la entrada que sube a un paso a desnivel para ingresar al mall, estaba un hombre tirado en el suelo, con la mitad del pantalón abajo, estaba con su ropa interior de frío, y tenía a su lado una laptop encendida conectada a un enchufe en la mitad de la calle. Elías pasó horas elucubrando cómo llegó este hombre ahí. Pensaba que quizá alcanzó a conectar su laptop y luego se durmió encima mientras se cargaba. Cuando pasamos al regreso, fue una gran expectativa para todos ver qué había pasado. Sobre la misma computadora había ahora tres tipos con facha de homeless; y el que había estado dormido encima, ahora estaba tirado una media cuadra más allá.


Presenciamos una escena así, como asistiendo al cine de las miserias del primer mundo, sin nada que decir, ni hacer.

Luego en el bus de regreso, un joven aborigen canadiense, no tiene los dos dientes de adelante y está un poco borracho; y muy feliz. Quiere conversar con alguien, pero su presencia es intimidante, entonces nos hace la conversa a nosotros. No es que diga mucho, y se le entiende poco, solo quiere que sepamos: ¡Es un bonito día soleado en Canadá! (It’s a good sunny day in Canada) y nosotros estábamos de acuerdo, eran las 7pm y parecía verano aun, todavía con mucha luz y un buen sol que calienta. Volvimos sin mayor abrigo.


Él tenía razón, era un bonito día. Tenía tantas ganas de conversar que también le empezó a hablar a una chica cuadrapléjica en su silla de ruedas. Ella no hablaba pero asentía. también ella estaba con una camiseta veraniega. Alguien la cuidaba, parecía una mujer filipina, un poco asustada y parecía que también iba perdida en el bus. Las vimos bajarse, todos nos despedimos. Un poco más adelante bajó el joven feliz, y le deseamos: “Happy Thanksgiving”. Elías me había preguntado antes si será que estaba borracho y yo le dije que creía que no, pero cuando se bajó vimos que iba con una mochila tipo canguro de la que asomaba una botella grande

Este fue un fin de semana especialmente emotivo en las relaciones con la gente. Cambió totalmente el ánimo. Es el fin de semana de Thanksgiving y con la festividad se reúnen las familias, comen su pavo, y empieza a hacer frío. En algunas provincias de Canadá ya va a empezar a nevar la próxima semana. Es la relación entre el frío y las fiestas. El marido de mi amiga mexicana dice, que siempre por esta época empiezan los anuncios de suicidas en el tren. La semana pasada oímos el primero, y ahí Héctor el mexicano dijo: “Se han adelantado este año”.

Nosotros no tenemos esa tradición del Thanksgiving entonces no significa mucho para nosotros no tener una mesa con pavo y familia extendida. Quizá el próximo año ya sea raro y también nos sintamos bajoneadas como todo el mundo en el bus y en la calle, si tenemos que pasarlo solos. Hoy el Elías me preguntó, quizá intuyendo lo mismo que yo: “Mami no quisiera que pasemos Navidad solos”. Es lo más probable creo yo y quizá debería colocar en mi lista de objetivos que eso no suceda, aunque parece difícil.


La soledad y el frío; grandes compañeras de la poesía universal; y claro ahora lo entiendo. En el frío no quieres estar solo. Necesitas abrazar a quienes tienes a tu lado.

Pienso esto mientras el peso de estar los cuatro juntos todo el día durante 4 días del feriado de Thanksgiving me estaba volviendo loca.

Pero somos cuatro y no estamos solos. Hace más de una hora que se fueron a jugar fútbol y es la primera hora en silencio total desde hace cuatro días. Solo suena el lavaplatos, que es tremendamente bullicioso, y las puertas de los vecinos, a veces la tapa del basurero que está al pie de la ventana.

Pero nadie grita.

Estoy en silencio, hace frío entra por el balcón que está abierto por la Agnes.

Si se demoran más en volver de su juego, seguramente voy a empezar a sentirme sola. Un riesgo que estoy dispuesta a correr por tiempos moderados.

Entonces, aunque no celebremos Thanksgiving, agradezco. Este tiempo, este silencio, esta familia de cuatro y una perra. Somos los que estamos. Estamos juntos. Estamos bien.




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